sábado, 6 de febrero de 2010

Primeras Ídolas

Hoy estaba cachureando en el mercadillo en los libros usados y había uno con tapas de amarillo chillón con el título "Mis Ídolos". Y me puse a pensar cuales eran mis ídolas. Y siguiendo el pensamiento me pregunté cuales fueron mis primeras ídolas. Esas que una tiene cuando es adolescente y se muere por tenerlas como modelos para emularlas en todo.
Mi primera novia era totalmente insegura con su sexualidad lesbiana y por lo tanto decidió ser la lesbiana perfecta. Políticamente, físicamente, socialmente y todos los mentes que a una se le ocurran. Una de sus metas fue construir un círculo social de lesbianas en 2 días. Para eso había que conocer otras lesbianas de cualquier manera, aunque fueran mujeres que no tenían nada que ver con nosotras. Nosotras quiere decir, chicas estudiantes, viviendo en una pensión en Alemania, viviendo de la mesada que nos daban nuestros padres, sólo precupadas de que si la conversación de nimiedades académicas se iba a prolongar 2 o 4 horas al desayuno. Todas nuestras amigas "de antes" lo sabían y lo encontraban hasta aventurero que 2 mujeres se fueran a la cama. Un día mi novia me dijo que ibamos a viajar por el finde a conocer más "lesbianas". Era la prima de una amiga de su mejor amiga... y no es broma. Así era mi novia.
Resulta que esta pareja de chicas vivía en un pueblo provinciano perdido en el interior de la Alemania profunda, y era enclosetada total. A mí, que me gustaban (y me siguen gustando!) las muestras de afecto en público, recibí una lista larga de como comportarme sin mostrar mi etiqueta de lesbiana. No podía acercarme a mi novia a menos de 50 centímetros, no la podía mirar a los ojos, no me podía reir fuerte como una camionera, tenía que fumar sosteniendo femeninamente el cigarro y tenía que mostrar inseguridad al aparcar el coche. Las chicas no eran nada como nosotras. Una de ellas hacía ver que aún vivía con sus padres, es decir las 3 o 4 noches que dormía en casa de su pareja se levantaba a las 6 de la mañana haciendo ver que había salido de marcha. La otra vivía en un piso pequeñito sola. No tenía ya contacto con sus padres. Las dos eran mujeres trabajadoras. No habían ido a la Universidad. Mi novia y yo no teníamos aún idea de adónde se dirigía nuestra vida, y ellas dos estaban hace años viviendola. Eran unos 4 años mayores que nosotras. Tenían coche, pagaban impuestos y contaban los días para que llegaran las vacaciones. D. trabajaba como jefa de no se qué en "Schlecker" y B. había sido pintora. No artista, sino pintora de casas y paredes. Un trabajo que es al 95% masculino. Pero hace poco había sido declarada incapaz de seguir realizando ese trabajo porque tenía serios problemas a la espalda. Ahora estaba haciendo un curso para ser barnizadora industrial. Para resumir, era una chica ruda y autosuficiente en todo. La adoré instantaneamente. Quería ser como ella. Nada le presentaba problemas. Su pequeño piso era inmaculado y esteticamente muy bonito. Cocinaba bastante bien, podía arreglar cualquier desperfecto en casa y en el coche, y además me dió la impresión de que era buena en la cama. Pero esa impresión se me puede haber dado porque yo me encontraba en mis despertares lesbianos y cualquier mujer me parecía idonea para la cama.
Lo pasamos muy bien ese fin de semana y los siguientes que sucedieron.
Durante el siguiente año mi novia se fue de vuelta a Austria y nuestra relación se convirtió en "relación larga distancia". Eso quiere decir que en los días en que nos veíamos, sólo nos veíamos en la cama, y una pensión llena de compañeras curiosas no es favorable para tales momentos de intimidad. Así que decidí mudarme cuando se me presentó la ocasión de arrendar un piso "social". Es decir, pisos que fueron construidos para los trabajadores de las minas de carbón de mi ciudad, y como ahora ya no existían estas minas, estos pisos eran arrendados a precios muy convenientes. Tenía un pequeño living comedor, un habitación bastante grande, una cocina americana y un baño grande, fabuloso y sólo para mí. El único pero era que estaba hecho polvo y había que renovarlo entero. Mi novia decidió que esto era un trabajo para que D. y B. nos ayudaran.
Era invierno en Alemania, hacía un frío terrible y yo no era para nada autosuficiente en esa época. No sabía ni por donde empezar. Mientras mi novia y D., que eran digamos la parte más femenina de las parejas (aunque esta definición no sea quizás la más correcta y puede que lo analize en otro post), decidían que es lo que ibamos a comer el finde, B. se subió al coche conmigo y nos fuimos de compras. En 20 minutos ya estabamos en mi piso con todos los materiales. Estos pisos sociales no tenían calefacción central, sólo una pequeña salamandra, que obviamente funcionaba con carbón, y que estos pisos recibían exclusivamente a precios extraconvenientes. El carbón se encontraba en un sótano oscuro y lleno de insectos rastreros, lo que no significó ningún obstáculo para B. Acarreó 3 cajones llenos 4 escaleras para arriba en 2 minutos. En otros 2 minutos había encendido la salamandra y organizado el trabajo del día. Ese sábado ella sola empapeló todo mi piso. Yo le pasaba los rollos húmedos de papel, le corría las escaleras de un lado para otro y le alcanzaba las herramientas. Aparte de eso me acuerdo que pensé todo el día que ella era la mujer ideal. Que yo quería ser como ella. B. no hablaba mucho, de vez en cuando me daba explicaciones cortas y concisas sobre como estaba haciendo tal y cual. Yo tampoco hablé mucho ese día. Al día siguiente me pintó todo el piso. En ningún momento dió muestras de fatigas o aburrimiento, y menos aún por hacer algo que antes era su trabajo y que ahora me estaba regalando.
Durante el tiempo que pasé en ese piso cada vez que miraba las paredes pensaba en ella. Y ahora me doy cuenta que una de mis ídolas importantes fue ella. No una poetisa o cantante o cualquier otra mujer famosa, no, una mujer trabajadora autosuficiente llena de amistad y cariño. Tambien pienso que hoy todas las mujeres deberían tener las cualidades que tenía B. Quizás por eso me he convertido en una mujer como B. Gracias B.

lunes, 11 de enero de 2010

Sola Navidad

Por primera vez en mi vida he pasado las Navidades y el año nuevo sola. Me he sentido sola. Me he sentido bien y mal. Mal porque todo lo que tiene que ver con familia y que de alguna manera me toca emocionalmente me lo he perdido este año. Bien porque todo el conglomerado alrededor del consumismo no me ha tocado. No he gastado en árbol de Navidad, ni en bolitas nuevas y fulgurantes que colgar en él, ninguna compra de lista interminable de regalos sin gracia, ninguna comida navideña pesada, que podría haberme indigestado por días, ningun abrazo de esos que no quieres dar a personas que no te importan, ni ninguna de esas tonterías de que todo es bonito, rosado y feliz en esos días. Para mí fueron días con tiempo, tiempo que me tomé para leerme la trilogía de Milenium en un sopetón. Sumergirme en otro mundo por esos días fue tranquilo. Y eso es lo que mas me gustado de pasar estas fiestas sola, la tranquilidad.
Pero debo confesar que igual lloré. De nostalgia si, porque la tranquilidad me dió tiempo de repasar las Navidades de mi vida, y recordar la Navidad más bonita que he tenido. Esa que pasé con la mujer que más he amado en mi vida.
Por las coincidencias de la vida, se nos regalo el 24 a solas. 34 años todavía es tiempo para que el familión te machaque para pasarlo en conjunto, pero por la lejanía de mi hogar, tuvimos el lujo de pasar el 24 solas. Nos vestimos bonitas, cocinamos de lujo y nos hicimos un cerro de regalos. Todos pequeños y llenos de día a día, que eran más bonitos aún, porque justamente eso era lo que más nos faltaba. Por la lejanía de continentes el día a día, vivir juntas, era el sueño dorado. Cuando estabamos lejos yo le escribía todos los días largo y tendido, todos los días, por lo menos una vez. Ella no me escribía todos los días, y cuando lo hacía era estilo telegrama. Yo la disculpaba que no tenía tiempo de privacidad frente a un computador propio y rasguñaba tiempo en computadores prestados en el trabajo o amigas. Por eso mi regalo "grande" fue un computador portátil. En esos días todavía costaban un buen dinero, pero yo ansiaba tanto cualquier letra de ella, que hubiera vendido mi vida para darle facilidades para comunicarse conmigo. Mirando hacia atrás quizás veo que el regalo fue egoista, yo quería más de ella. Quizás le debería haber regalado más de mí. Estabamos en una etapa donde ella estaba muy insegura de todo y yo sólo quería decirle que la amaba tanto que quería pasar el resto de mi vida con ella. Su inseguridad se me traspasó. Pensé que si la abrumaba con mi amor ella se alejaría. Al recibir el paquete grande con el computador, ella me dijo en un tono que hasta hoy no he podido discernir cual era. Dijo, no es un anillo... Y yo la miré sorprendida. Ya le había regalado un anillo y no lo llevaba casi nunca, justamente por todo lo que significaba, y ahora sentía que estaba aliviada porque no le regalaba otro, como insistiendo en la veracidad de mi amor eterno por ella, y por otro lado, supongo que ella esperaba quizás que le propusiera matrimonio. Quizás todo habría sido diferente si yo hubiera tenido el valor de declararle abiertamente mi amor incondicional y proponerle seriamente que se quedara a vivir conmigo, quizás hoy no sería la mujer triste y de corazón partido que aún soy, después de tantos años.
Su regalo grande fue una carta. Y en la carta ella escribía por primera vez, te quiero. Lloré esa vez, de emoción, porque por fin me lo había escrito. Hoy vi la serie de Anatomía de Grey y en la escena final del capítulo Arizona le dice a Callie te quiero. Y lloré de nuevo. Esta Navidades nadie me ha dicho te quiero. Quizás yo tampoco me lo he dicho a mí misma. Debería empezar por eso.